A fines de los '90 del siglo pasado dos "mascotas" tecnológicas se convirtieron en un fenómeno de ventas global: el Tamagotchi y el Furby. La primera era una pantalla monocromática en forma de huevo a la que había que darle ciertos cuidados, como alimentarla o bañarla, con el objetivo de que llegue a una virtual adultez. La segunda, ya con una estética mucho más desarrollada y parecida a los Mogwai, esos personajes de ficción que si comen pasada la medianoche se convierten en Gremlins, poseían una inteligencia artificial básica a los parámetros actuales, pero lo suficientemente avanzada entonces como para que aprendan a comunicarse e incluso tener una personalidad propia.
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